03 febrero, 2007

Absolutizando la relatividad.


(… en una hoja de papel y con grafías nerviosas)

Fui y seré
soy, eres, serás,
tiempo de ser, tiempo de serás…
¿soy?, ¿era?
siendo soy lo que seré.

(… una imagen desdoblándose a través de espacios y sonidos)

La luna era el hueco de mil luciérnagas o incandescencia celestial alumbrando el corazón de los dioses o un cuerpo celeste reflejando la gracia de otro que le superó. Ahí me presenté con la discursiva técnica de la creación, dentro del cobijo de un aula adobe dentro de donde desencadenaba la pasión de la letra y de la mujer. Ambas se asían a mi mente como rindiéndome a un escalofriante y sigiloso funeral cargado de figuras mudas. Aprehender el mango o sus muslos y acercarlos con fuerza al centro de mi explosión producía un eco tan romántico como agónico: la obra terminada, como el coito, resultaban pasajeras de un tren que zarpaba un segundo antes de poder yo ser yo.

Mi figura postergaba algunas quejas. Había quien me amaba sin compromisos ni preguntas: nombres propios que volaban en un interior excitado por dos o tres horas, mientras los tenía, para luego desaparecer sin rastro, abandonándome en la tranquila amnesia, con la certeza de una entrega momentánea, corpórea, insulsa, destinada únicamente a la mutua entrega de incentivos vagos y vacíos. La figura vaga de la indeterminación de un rostro que no dice nada, que algo contó más pereció después. Figura del desfiguro.



(… voz que reflexiona encuadrada en una oscuridad)

¿Quién habla?, ¿de qué hablo?, ¿cuál luna?, ¿quién derritió sudor sobre mi vientre? Si la luna no es luna sino un foco cristal encendido a medias, foco que centra a la perfección en un techo a medias grisáceo. La letra no es más que un juego dadaísta en que arreglar palabras contiene el desafío único. La mujer no más que una imagen que convertí en sueño y en el sueño la pernocté. Mi rostro no más que un rostro, cartulina blanca perforada por un par de lunares corrugada por una mínima cicatriz.



(…tomado del guión de Absolutizando la relatividad)

Ethan recorre su rostro con las palmas como confundido, observa el cuarto donde se encuentra, fija su mirada al foco a medias encendido.

- ¿Quién habla?, ¿de qué hablo?, ¿cuál luna?, ¿quién derritió sudor sobre mi vientre? Si la luna no es luna sino un foco cristal encendido a medias, foco que centra a la perfección en un techo…



Relativa es la mente con respecto a sí misma cuando no encuentra ni proa ni babor. Relativos son los sueños a un metadiscurso, a la partícula de la realidad desde donde fijarnos al inmenso cambiante. La relatividad, así impresa ante los ojos, deslumbra por su fulgor, su fuerza, una penetración causal de quien deja de preguntar, de quien bajo la astucia del cambio gramatical sí-quizá derrite todo cuanto permanece fijo.

El conocimiento humano parte del reconocimiento de que su propia sensibilidad queda corregida por un mundo real no abarcable por completo. Lo que sabemos, como unidades de conocimiento, aparece frente a nosotros cargado de subjetividad. De ahí la fuerza premonitoria del relativismo. Mas la absolutización de dicho relativismo conduce a la paradoja del conocimiento humano: saber que todo es relativo implica en sí misma el conocimiento de algo no relativo. Esto, por decir poco, conduce a la reflexión mínima de que el relativismo no es un orden suficiente para el ser humano, ya que el encuentro del mismo con partículas que se ordenan hacia la conformación del mundo real contradice cualquier tesis relativista en su cínica expresión pura.


Así, humectados por un relativismo de moda, el arte sucumbe. La migración, mutación, diseminación, corrosión, fusión y dispersión, maldición del concepto mínimo de la belleza ha cegado los ojos de muchos que se contentan con pensar que en todo hay un poco de arte. El sentimiento y la expresión se vuelven accesorios de lujo para quien escribe sin escribir. Las letras que un día se consagraron, hoy casi son exigidas a reconocerse humildes ante la ausencia de márgenes, límites, estándares. La expresión es un espectro ilimitado donde entendimiento y pasión vuelcan significados por las letras. Expresión sin letra es opinión, letra sin expresión es comunicación minimalista ordenada a una función básica. La letra y la expresión, la tinta y la lágrima, caminan juntos cuando se crea arte, cuando una hoja despega para volar, cuando los dedos se manchan de una tinta que corrió libre pero exacta, hermosa mas cuidada, nutrida, respetada.

Cuiden los mangos y las tintas serias al arte, el saber y la vida del totalitarismo nacido de absolutizar el orden relativo de todos los órdenes. Cuiden los conceptos de bello, cuiden la lógica y la diferencia entre creer y ser.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta vez he quedado impresionado con tanto sarcasmo y tanta intención satírica - ¡pero tanta!- que no he parado de reir...

Pero no puedo mas que "ponerme serio" y tomar partido en la crítica de Juan Pablo, la de este texto y el anterior, que obligan a una reflexión rigurosa no sólo de lo que escribimos en este blog, sino también acerca de la producción obscena y en cantidades vergonzosas de pseudo-libros, pseudo-escritores, pseudo-poetas, y lo peor (ay mamachiiita) pseudo-intelectuales (bien llamados "intelectuales de banqueta"). No puedo mas que apuntar mi dedo sin pudor hacia lo que valientemente señala Juan: aquellos pobres que se parapetan tras el argumento de la expresión libertina y el fluir del sentimiento dentro de estructuras patéticas de expresión escrita. Me queda bien claro que el cambio no respeta nada ni a nadie, mucho menos en el mundo de las letras: las formas, estructuras, estilos, "géneros", todos cambian o renacen en otros nuevos. Me queda bien claro, también, que para que un poema "valga" no es necesario escribirlo en endecasílabos perfectos de rima perfectamente consonante (aunque, ¡qué bello es cuando se logra!), sino que, en mi opinión, es "suficiente" cuando la idea es clara y precisa, se expresa la idea honrando el lenguaje, y la idea pasa de ser nuestra a ser algo bello. El problema, en el estricto espacio de mi opinión, es que existen aquellos sedientos de fama, admiración, ansiosos de conquistar a una mujer insulsa o yo qué sé, que se olvidan de la gran responsabilidad y privilegio que es escribir. El problema es la imprecisión en la idea o la carencia de ésta, que implica la ruptura en la armoniosidad y termina con toda posibilidad de que lo bello exista.

Lo peor de todo es que existe el peligro de que cualquiera de nosotros caiga en el "problema" y terminemos "escribiendo" mierda... Humildemente, me incluyo.

 
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