29 diciembre, 2006

Primer Sendero

“Todos creyeron que el encuentro de los dos

jugadores de ajedrez había sido casual”

J. L. Borges

Montmartre, 1886.

Cuando entré supe que aquel era uno de esos lugares a media luz donde se gestan las cosas simples de las que se componen las maravillas. Recuerdo la manera en que esas voces tumultuosas llenaban los espacios entre las mesas del café y como se escurrían peligrosamente entre manteles, tazas y poetas hasta instalarse como manchas de color en los cuadros que colgaban presuntuosos en la pared. A mi derecha cientos de puntos me sugerían una tarde soleada en cualquier parque de París, a la izquierda se mezclaban grabados japoneses con delicadas escenas de ballet. Fue entonces cuando me percaté del grupo que en la penumbra discutía acaloradamente al fondo del lugar. Eran como un montón de centauros bramando y danzando ante el fuego de algún oculto ritual de iniciación, al tiempo que semejaban la majestad de una reunión de sabios druidas en los bosques de la antigua Lutecia que ahora habitan.

Ahí estaban. Un hombre pequeño, y presumiblemente cojo, debatía junto a uno sensible y delicado, que a su vez escuchaba atentamente los alegatos ruidosos de otro de apariencia aristocrática. Junto a ellos un joven de sombrero de ala ancha y otro barbado de ojos encendidos parecían absortos en una profunda reflexión, ajenos a los diálogos del resto. Fijé la mirada en mi café y me perdí entre los trozos de nubes que desprendía… sentí la placidez y náusea que se produce luego de largos días en el mar, recordé la carta de Jean describiéndome como panecillos dulces las cúpulas blancas del Sacré Coeur, y me concentré en mi acostumbrado recorrido imaginario por las calles de aquel barrio de perspectivas imposibles. Por alguna extraña razón no podía dejar de transitar por los caminos de ese barrio -una vez que me instalaba en un sitio no hacía mas que salir en mi mente a recorrerlo de nuevo. De regreso a mi café me encontré con ese hombre. Bajaba por la escalera que conectaba la Rue de Chevalier de la Barre con la Rue de Bonne, una de esas escaleras interminables que me recordaban el camino de regreso al Hades y que reflejan en sus costados las estrellas. Avanzaba con un paso entrecortado y presuroso, aferrado a un paquete ocre que sostenía contra su pecho. Cualquiera hubiera dicho que aquello era un tesoro y él el ladrón que lo profanaba o quizá el creyente que lo protegía. Entró por la puerta dando tumbos y tras una breve mirada nerviosa con el anciano sentado tras la barra, enfiló al encuentro de los otros. Había algo en ese hombre que en ese momento no pude distinguir. Parecía frágil, inseguro, como a punto de quebrarse. Después sabría que, en buena medida, así era.

Tomó una silla de la mesa de a lado, donde un hombre degustaba alguno de tantos platillos extraños que distinguían ese café de la docena que plagaban la Place du Tertre, y ocupó el centro de la reunión. Fue cuestión de minutos para que aquello se convirtiera en un vendaval de gritos e imprecaciones que iban poniendo incómodo al viejo de la barra. Cuando éste se dirigía hacia ellos un sonido sordo y fuerte quebró los gritos del lugar. El paquete ocre yacía abierto a los pies de aquel hombre, un lienzo asomaba entre las telas y algunos trazos al carbón sugerían apenas la silueta de una figura humana. Su mirada se notaba eufórica, ansiosa; miraba a todos buscando respuestas, como intentando decirlo todo a un tiempo pero sin conseguir enunciar palabra alguna. Entonces lo logró. Un par de palabras surgieron de entre su barba rojiza, surcando el limitado espacio de aquel café. ¡Au sud! ¡Au sud! Repetía sin cesar. ¡Zurige al! Decía para sí mismo mientras salía corriendo y se perdía entre el lujurioso laberinto de los molinos de aquel lugar. ¡Al sur! Resonaba en mi cabeza cuando en la noche me percaté que aquellas palabras, como flechas de Apolo en los combatientes griegos, habían acabado incrustadas en mi frente.

Esa noche supe que en ese café se gesto un fuego, uno que nunca más se apagaría y que aún hoy llevo en alguna parte de mi cuerpo. Aquel extraño, como Prometeo a los hombres, me había regalado el fuego.

Flor de Manzanilla (quinto)*

Imagino
en tus pétalos blancos
en tu corola castaña:
sus pétalos blancos
su corola castaña.
Es de mi boca tu esencia
mía curas mis males...
y de su boca tu esencia
que disuelve mis versos
que vuelven sus sorbos
más amables.
Fue tuyo mi desprecio
tuya mi mirada altiva
asesina flecha en
picada desde lo alto
mía toda la culpa
míos los días sin ella.
Fue tuyo mi desprecio
de verte tan común
tan simple tan blanca
tan frágil tan mansa
y aunque en ti hoy quiero
todo lo que en ella vi
(su voz tan común
su risa tan simple
su cara tan blanca
su mirada tan frágil:
su hermosura tan mansa)
más quiero el recuerdo
de mí haciendo el silencio,
de mí arropando su cuerpo,
de mí arrancando la paz
en su frente con mis labios:
con un beso; con un llanto
que canta en cada sorbo
con que te bebo
con que recuerdo
que no la tengo.

*Ver nota en comentarios.

15 diciembre, 2006

Cuatro "intentos" para Sandy Plamondon

I

Con el tiempo aprenderé a amar nuestra distancia.
Me susurrará la casa que dejaste atrás.
Me cansaré de contar los pasos, las horas,
los mares, los rios, los vientos que nos separan
y simplemente, un día, me entregaré a amarlos.

Amaré la nada que nace hoy de tu ausencia
como algún día amé tu cuerpo abrazándose a mí.


II

Quizá y sin quizá
los próximos días
enfermaré
de abandono
o de desahucio
o de tristeza.

Quizá y sin quizá
enfermaré
de todo a la vez.

III

A veces me invade una sensación de realidad y, no sin crueldad, me digo que no estás más conmigo, que la casa está triste y se agrieta desde que te fuiste, que ahí sólo me esperan el humo, el polvo y los pocos recuerdos que se perdieron entre las cosas...
Es entonces que la nostalgia
de mis ojos se desborda insoportable en horribles espasmos, y por mi rostro corren súplicas que gritan y se desgarran sin pudor porque vuelvas a mí.

IV

No te miento. Cada mañana antes de salir, con la casa aún en penumbra, dejaba un beso en tu cortina. Tienes que imaginarme arrancando con mi mano un beso de mi boca para pegarlo después en tu cortina, cada mañana, cerca del lugar en que dormías. Tienes que imaginarme para descubir lo patético y lo hermoso de mi manía. Tienes que imaginarme haciéndolo todavía: imaginarme imaginando que beso tus pies en una mañana fría.

07 diciembre, 2006

Epílogo

Terminada la cena se levantó de la mesa, fue hacia donde estaba el pequeño y poniendo una mano sobre su hombro le dijo: "Ven conmigo".

Entraron a un cuarto el muchacho de verde y el pequeño. El muchacho de verde cerró la puerta, dio vuelta a la llave del cerrojo y dijo: "Desnúdate". El niño comenzó a quitarse sus harapos. Para cuando había terminado, el muchaho de verde estaba sentado en una silla, aunque ahora sólo era un muchacho: para esa parte el sombrero, la casaca, el cinturón con la espada, las mallas amarillas y las zapatillas que hasta hace poco traía puestas estaban tiradas en el piso.

Con un gesto invisible el muchacho dijo al pequeño que se acercara; con otro, que se pusiera de rodillas delante de él; y con otro, que abriera la boca grande.

El niño estaba realmente perdido. Quiso tener un pensamiento feliz: imposible.

Con una mano bajo la falda y sus alitas revoloteando perturbadas, un hada, observaba.

El muchacho sonreía. No se dio cuenta cuando su sombra salió del cuarto llorando de rabia.

03 diciembre, 2006

Seppuku
Por Ocelotl*

"Incierto es el lugar en donde la muerte te espera; espérela, pues, en todo lugar."
Séneca


I

10 de la noche de un 1º de noviembre que se antoja romántico e íntimo, envuelto en una atmósfera tibia y contrastante con el espacio exterior, ese que apenas se vislumbra del otro lado de la ventana. Espacio gris, místico y profético, espacio que advierte un futuro invierno pocas veces visto.

La atmósfera cálida del interior corta de tajo el sabor que produce la contemplación de miradas gachas de algunos pocos que se aventuran a pisar las mismas calles grises y sucias por las que tantas ocasiones caminé.

En el interior todo es cálido, la atmósfera que con esfuerzos se logró ha valido la pena: finas velas estratégicamente acomodadas en la mesita redonda engalanan el idílico cuadro, persianas nuevas enmarcan el recinto, luces reflejadas en las paredes crean contrastes delicados, deliciosos, dignos de halagar a la más hermosa mujer.

El juego de luces es la cereza del pastel. Cuatro lámparas minimalistas acomodadas en los cuatro puntos cardinales del lugar forman una delicada cortina de luz que inunda todo el lugar, ya no más cuatro paredes frías, sino océano de insinuaciones tenues de luz con pequeñas provocaciones del fuego de las velas.

Aquel océano-desierto de contrastes finos, minúsculos, suaves, producidos por el jugueteo de la luz con la mesita, con las dos sillas (estratégicamente juntas, casi entrelazadas, apenas rozándose ), con el sofá de la sala; se combinó con el aroma de mis dos platillos favoritos: lasagna y crepas, la mezcla perfecta, la dualidad perfecta, los polos perfectos... el detalle romántico por excelencia.

La atmósfera era inigualable: luces y sombras haciendo el amor, olores provocativos, apenas allí presentes, mezclándose impúdicamente... sabores transformados en contrastes sugerentes y sensuales, y por si la ecuación no resulta perfecta, el vino tinto sería, casualmente, el hallazgo afortunado, el rotundo fin de improbables y no contempladas indecisiones, la invitación inocente a fundirse con el ambiente, la proposición indecorosa a la que nadie se puede negar.

Todo el retrato logrado con esfuerzos, con años de preparación, inducía a la extinción del yo e invitaba sutil y salvajemente a la fusión de cuerpos, a las mentes amalgamadas con un solo propósito, a la exaltación de lo divino masculino y femenino. En pocas palabras, aquello sería una comunión íntima, embriagada de colores, sabores y aromas, todos cuidadosamente ordenados para invitar e inducirla a ella, pues ese era el principal objetivo del ritual, vencer poco a poco, calladamente, todas sus defensas.

11:45 de la noche y la velada esta próxima a comenzar. Ya la imaginaba yo, entrando con esa sencillez digna de una princesa, con su cabello largo, negro, brillante... hermoso; su rostro frío y su mirada penetrante, por momentos indecorosa y provocativa, y sin embargo, bañada de destellos de inocencia.

Ya la imaginaba quitándose el abrigo, dejando al descubierto su cuerpo sugerente, delgado, embriagado ya de luces, sombras y reflejos, dejándose acariciar sutilmente por las velas, deseando sentir algunas gotas de cera sobre su vientre.

Ya veía yo sus brazos desnudos, sus hombros escarchados, llenos de constelaciones y estrellas antiguas, su mirada profunda y negra, sus manos largas y pálidas tomando una copa de vino.

Todo iba a pasar esa noche, todo tenía que suceder, comenzando con una animada conversación de todo y de nada, impregnada de historias y coincidencias desafortunadas, de encuentros y desencuentros... Palabras diluyéndose poco a poco, convirtiéndose en degustación de sabores y sudores, en intercambio de miradas, transformando un bocado dulce en un beso en el cuello, y ese beso en intermitentes y febriles caricias, interrumpidas por el menguante vino.

Tras los besos y los sorbos, la transmutación sería total, dejaría de ser yo para ser con ella, cederíamos un poco de cada uno para transformarnos en el otro, en eso otro que yo deseaba en lo más profundo de mi conciencia y que ella, sin lugar a dudas, estaría dispuesta a ofrecer.

Obviamente la música tenía que aparecer, obviamente haría acto de presencia durante el vino, para que poco a poco, ese delgado espíritu liquido y las vibraciones sonoras, crearan un velo que cubriera cuerpos desnudos, entrelazados, llenos de marcas de caricias aplazadas, cubiertos de sudor, llenos de mordidas salvajes, mezcladas con salivas, con deseos, rasguños... con gotas de cera y vino y sudor.

No habría otra noche más, ni otra cena romántica en su honor y para ella, nunca otra indecisión, nunca más esos miedos incoherentes e inmaduros que me obligaban a no dirigirle la palabra... nunca más aquellas fantasías infantiles, imaginándola a mi lado, tomados de la mano, caminando bajo la lluvia, besándonos bajo su manto, o haciendo el amor a orillas del mar.

Nunca más el miedo a su rechazo, nunca más esperarla a la salida del trabajo y retirarme sin cruzar palabra, nunca más pensar en ella sin tenerla.

Todo iba a pasar esa noche. Le contaría lo que nunca he contado, me revelaría sus secretos más íntimos, sería sincero y le diría que su belleza simplemente me inhibía... Se reiría con migo y me reiría de mi. Esa noche me confesaría ante ella, para después tirar a la basura su sermón y no cumplir con la penitencia, y la proclamaría mi reina y señora.

No había margen de error.



II

Llegó la hora y poco a poco se fue rompiendo el hielo. Las luces cardinales se unieron en armonía con el fuego del centro, de las profundidades... interior. Los aromas se hicieron presentes por un segundo, los sabores también. Todo fue ofrenda pagana, cada detalle confluía en abrazos... temerosos al principio, descarándose poco a poco, irreverentes y arrebatados después de la botella de vino.

Fantasía hecha realidad, sueño alcanzado, castillo en el cielo con una elegante y funcional escalera eléctrica. Un verdadero himno a los sueños, al único sueño de toda una vida: estar con ella, junto a ella, dentro de ella, encima suyo. Acariciándola, susurrándole al oído, empapándonos de nuestros sudores, embriagados y desnudos... completa, espiritual y filosóficamente desnudos, sin vestigio alguno de pudores o tabúes ancestrales.

Noche perfecta, velada mística, alfa y omega catalizándose por obra y gracia del vino. Por fin con ella, intercambiando promesas, negociando suspiros y caricias profanas, equivocando el beso preciso, acertando en blancos suaves, llenos de galaxias, lunares, sombras y sabores.

Esa noche todo iba a suceder. Cada minuto sería un hechizo constante de miradas profundas y confesiones, hasta que ella, fría, sombría, sensual, estoica, dio el paso anhelado y entre jadeos, risas y susurros tomó finalmente la tan esperada iniciativa...

Tomó mi mano aun tibia...

La puse sobre la mesa...

... y de un solo movimiento la piel se rasgó y el mantel blanco se confundió con una mezcla de merlot y sangre.

Lo último fue su sonrisa hermosa, radiante, engalanada por esos labios rojos, ancestrales, joviales. Era hermosa y me confesó algo que no creí cierto.

-Eres hermoso, eres un sueño alcanzado –dijo- ... Nunca más esas fantasías eternas ni esos miedos infantiles que me obligaban a no dirigirte la palabra, a esperarte a la salida de cualquier lugar sin siquiera intercambiar miradas. Nunca más esas fantasías de estar juntos... gracias por la romántica velada.

III

El último vestigio de la realidad golpea fulminante...

La veo sonreír pícara, indecente, inmortal, tomando su abrigo y su daga, despidiéndose de mi, con un ademán por demás provocativo, simulando un beso en el aire. Se retira sin llevarme con ella.

2 de la mañana de un 2 de noviembre que se antoja lleno de flores y ofrendas. Fúnebre y gris, salpicado de sonidos remotos...

Una sirena persistente, de ambulancia...

Una puerta que se abre de golpe.

Se rompe la atmósfera aun tibia, aun con su esencia, llena de su perfume y de su rostro pálido y sobrio.

Unos seres vestidos de blanco, que intuyo paramédicos, anuncian el fin de una velada infructuosa.

Llegamos a tiempo, dicen.

Tontos, llegaron a interrumpir.

* Ocelotl es un viejo amigo, compañero de antiguos viajes, periodista, comunicador y zapatista... entre otras cosas

10 noviembre, 2006

A Sandy Plamondon

Una tarde, te juro, tomaremos un café. Caminaré a tu lado por las grietas de este infierno de muertos, ladrones y asesinos. Te construiré una coraza con mi voz, mi paz y mi tristeza cotidiana, para que las almas indigentes, las espaldas con cristales, las bocas tragafuegos, los gritos, los llantos y el lamento sordo de esta ciudad en agonía no te toquen, mientras te dejas llevar tomada de mi brazo, confiada en mis tiritantes pasos. Nos buscaré un rincón pacífico o atlántico para dejar que el rio verde y la miel dulce de tu mirada inunden el salón y hagan cada sorbo de café menos amargo. Esa tarde será de tu voz, de tus manos, de tus pies descalzos, de tu tierna piel blanca, de tu presencia de agua, de la sinfonía de tu risa, de la belleza de tus ojos.

Una tarde, te juro, tomaremos un café. Te pediré que me desgarres. Pondré en tu mano un cuchillo de viento y, con detalladas instrucciones, guiaré tu mano armada y peligrosa desde mi frente hasta el centro de mi vientre. Te diré que mires dentro, que apartes la delicada membrana del yo-cotidiano, que escarbes entre todas mis historias, mis cuentos, mis canciones, mis dolores y mis alegrias. Dejaré que te lleves lo que te plazca.

Una tarde, te juro, tomaremos un café. Una verdad te asaltará de pronto: que me quieres. Otra verdad me asaltará de pronto: que te quiero. Pero hagamos un pacto: yo cubriré tus ojos y tu cubrirás los mios, y esperaremos a que esa verdad se vaya y nos deje solos, unidos en un último abrazo en el que descansarás con la calma de mis brazos.

Una tarde, te juro, tomaremos un café. Y a la mañana siguiente despertaré con la ilusión de verte, me encontraré con tu recuerdo, y me dirá que te has ido. El aire se me irá de pronto y volveré con pasos cortos y pesados a mi cama, intentaré dormir, intentaré olvidar. Lloraré hasta quedar cansado...

y en mi sueño tomaremos café.

07 noviembre, 2006

Lejana

Te amo tanto, tanto...

En mi espejo se descubren dos cuencas vacías.
Cualquiera vería un par de ojos negros, pequeños
buenos y risueños desde que te miran
pero sucede que ahora miro el mundo a través de los tuyos
y yo ya no veo lo que no es mío.
Mis ojos no son más mis ojos.

Mi nariz se ha perdido entre tu ropa
entre tus cajones, entre tu cabello
entre los frasquitos con esencias
que ordenas con tierno cuidado sobre el tocador
salta sobre la ropa de cama y sobre tu almohada
atesorando tus humores
escapandose de mí cada que quiero atraparla
se ha ido para siempre.

Existe un borroso vestigio en el lugar que ocupaba mi boca
mi boca que antes de ti sonreía apenas.
La he perdido enamorada de tu piel blanca
obsesionada con tu vientre.
Cada mañana la veo partir contigo
como si estuviera bordada con fino hilo de seda
a la dulce trama de tu cuello.

Mis oidos no me escuchan.
Sé que se esconden en algún lugar del cuarto
explorando sus rincones
en busca del eco perdido de una "petite morte"
y de tu voz diciendo que eres mía.

Y después de descubrirme sin rostro, te amo tanto.

Te amo tanto que, a veces, me duele aquí en la garganta
y en el pecho y en el vientre.

Te amo tanto que, en las tardes, camino sin rumbo
buscando la extraviada senda que sembraron tus pisadas.

Te amo tanto que, en esta noche, lloro el frio de tu ausencia
lloro la pena de no haberte conocido todavía.






(gruesas lágrimas invisibles que también se han ido contigo)

30 octubre, 2006

Extraña Obscura

(o de la pasión inquieta)



furiosa y salvaje
tu mirada se presenta
iracunda y excitante
la manera en que lo intentas

concentrada y redundante
tu farsa de musa ajena
deslumbrante y ataviada negra
me asalta tu pasión envuelta

¿ a dónde vas si no me tienes?
¿ por qué te alejas si aún no me besas?

esperaré el momento en que vuelvas
el instante justo en que esa puerta sea pasado
y el presente sea tú y yo
revolviendo nuestras letras



Leo Cerezo

29 septiembre, 2006

Exégesis

Despierto en un sitio obscuro. No entiendo. Me invade una sensación de abandono (o quizá de abandonado). Trato de sentir lo que me rodea con mis manos, como lo hacía contigo. Nada. Nada es lo que encuentro. Negación sublime de recuerdos, carencia de palabras, espacio vacío, ausencia de tus manos.

Te veo en una pared que ya no es mía. Miró unas manos que ya no reconozco. ¿Quién eres tú?, ¿Por qué ahora tu mirada se me antoja más taciturna que nunca? Triste. Despierto junto a tí pero me resultas un extraño- o quizá yo soy el extraño, ¿ o el hijo pródigo?

Recuerdo como alguna vez tus palabras me recorrieron de principio a fin. Alguna vez hablar de tí me producía pequeños temblores en el cuerpo, emoción. Hoy te veo, a los ojos, a tus brazos, a las heridas. Siento respeto pero no mucho más. Hoy para mí eres un gran hombre (o un gran viejo, según como lo veas). Eres alguien que se atrevió a ir más allá, que se imaginó otro mundo y lucho por él. Eres aquel que, con mujer o no, sintió la humanidad en sí misma y actuó, gracias o a pesar de ella, dispuesto a aceptar las consecuencias. Para mí eres un ensoñador que transformo la realidad viviendo su propio sueño.

La mirada en tus ojos es la misma: la que le imprimí hace tantos años, la que surgió de mi lápiz, la que ahora se me antoja nostálgica. Quizá es mi nostalgia la que pongo en tus ojos mientras tú sigues siendo el mismo. De cualquier forma, ahora tan sólo eres mi compañero de habitación y yo el tuyo. Tú duermes en la pared y yo en la cama; tú siempre estas ahí, yo me ausento… No eres alguien de cuya existencia me quisiera olvidar pero tampoco eres aquel eternamente presente. Digamos que tú eres y yo soy. Diferencias ontológicas.

...

Ya no hay mucho más que podría decirte…

La obscuridad sigue ahí pero ya no hay necesidad de recuerdos ni palabras. Mis manos ya no buscan. El abandono ya no es cierto. No hay carencias ni ausencias. Calma. Sólo calma.


¡Hasta mañana!, cuida que esos brazos no se cansen y que tengas un buen sueño.

Así sea
Leo Cerezo, Diciembre 2005

25 septiembre, 2006

¿Náufrago o Navegante?


“…cuando dios o pichuco o quien sea
toma entre sus manos la vida bandoneón
y le sugiere que llore o regocije
uno siente el tremendo decoro de ser tango
y se deja cantar y ni se acuerda
que allá espera
el estuche.”
Mario Benedetti


Cuánto cuesta soltar las amarras. Cuán duras las cuerdas. Qué anudadas ataduras. Tan aprisa corre la vida cuando no le dejo un breve instante que lento duele cada nervio al mirarte. Duele que la ropa toque la piel y que el aire roce los pulmones. Cómo puede uno dejarse ir al abismo de un corazón que no te espera. La reflexión lacera. El temor tortura. Atrapado condenado vacío: presente futuro pasado.

Sucede que desde donde estoy, atisbo el mar que invita a navegar en cada arrebato de su oleaje pero detiene en cada pausa de su brisa. En tus besos no hay más que bienvenidas pero en tu voz apenas amor mal humorado. Cuánto duele zarpar para surcar tus abismos si mi embarcación no tiene más destino que el naufragio, patria también de los vagabundos.

Pero también es cierto que la arena quema más cuando el sol tímido se asoma. Sentencia de vida que nunca condena. No soy más suicida que la abeja, ni tengo más que una sola batalla. Las islas, otrora desconocidas, están en los mapas por causa de héroes que el mar ha protegido bajo su manto y guardado sepulturero. Las grandes historias son siempre amorosas leyendas.

Así que no me dejaré bueno hueso alguno. Ya he conocido a mi verdugo, a ese asesino, el único ejecutor de mi condena: la reserva, la tibieza. Sólo la trivial indiferencia podrá robar y arrebatar el flujo de mi sangre, el dolor de mis huesos, el calor de mi carne, el color de mi tiempo, el juicio de mis sesos. Ni la tristeza ni el odio ni la razón ni el olvido ni la coraza ni la soberbia.

Sin reservas me adentro a navegar. No se si busco puerto o naufragio. Pero la mar será el hogar de mis canciones y la calle de mis sentimientos. Si ya me ha arrebatado un trozo de razón, si ya he perdido las certezas en su nombre, si ya corre por mis venas como hilito de dolor, si se mete fría por los poros hasta apolillarme los huesos, sería un inevitable fracaso renunciar a vivirla.

Ya veo cómo se queda atrás el muelle, se alejan los faros que entonces alumbraban los pasos de mi suerte. Ahora no tendré más lugar que la cubierta de un barco para las caminatas. Pero no habrá límite en los destinos que alcance mi nave. Se aleja el muelle y se me entumen nerviosas las manos. Se pone el corazón muy rojo. Se deshacen los conjuros y el cielo se torna blanco. El mar también es un libro abierto. El sol es un observador atento. Soy un jaranero que apenas conoce su instrumento. Soy sangre que apenas se reconoce.

Cuánta aurora, qué veneno, qué coraza, qué hazaña, qué capítulo. Sueño en levantar una casa, para nosotros, desnudos de palabras. Y sólo tengo palabras desnudas. Cuando se tiene, como te tengo, una jarana enfrente, se mira en cada cuerda una vida, en cada nota una historia. Así miro cada uno de tus lunares y disfruto cada uno de los recuerdos que no cuentas pero dibujan el rostro que ahora quiero.

Pido perdón por el tono optimista de mis palabras, entiendo que sugieren que creo en el mundo. Sólo quiero decir, en mi defensa, que cuando estoy en alta mar, corriendo hacia la muerte como un grito hacia el eco, cuando sólo por las noches y con las estrellas me reconozco en el mundo; es decir, cuando ella está a mi costado, cuando sus brazos me abrasan compañeros ardientes, cuando estoy a su lado, el mundo parece más joven, dan ganas de ver hacia delante, es inevitable apresarse en la ilusión y el devaneo. Cuando se está en alta mar no hay pero que valga ni condena que alcance para abrazar al mundo. La historia no ha terminado de escribirse, nos recuerda.
*** Original de Abracadabra...

21 septiembre, 2006

Diálogos Contronianos
(Sátira de puesta en escena en ? actos)


Acto Primero

En escena nada más que una mesa, un cuaderno, y un par de sillas viejas. Un foco alumbra la escena. Sentados a la mesa Super-Yo busca respuestas entre penumbras. A su alrededor se escuchan risas y un lamento. Yo escucha (in)pacientemente. Una mujer, entre las sombras, en una silla y con la figura indistinguible, los observa.

Super-Yo:

-Y que hago yo aquí, en medio de una nube etérea; inmerso en esta fantasía que nubla los sentidos pero eleva el corazón ?

-Qué hago aquí... rodeado de anhelos y de estrellas, a la mitad del camino hacia los sueños, con escala en la tierra del tormento?

-Por qué no camino donde hay luz, hacia la pasión, a las estrellas? ¿Qué diantres hago entre copas, cigarros y deseos?

Yo:

- Estoy aquí porque me encuentro en la explosión de estos tiempos, en la pasión, en las miradas; estoy porque me busco en ti, porque me busco en mí; porque, al final, en las ideas me buscas y en el amor me encuentras.

El foco se apaga lentamente al tiempo que Super-Yo apura el último trago de su copa. Yo escribe. Cae el telón

Acto Segundo

La escena se ilumina con el mismo foco parco de la escena anterior. Un soñador entra en escena. Toma asiento junto a Ello- Super-Yo y Yo, que para entonces se han fundido en uno sólo-. Ello tiende un cuaderno al soñador. El soñador lee. La mujer continúa mirando desde lejos. Soñador plantea la conversación. Las risas, al fondo, siguen acompañando la escena.

Soñador:

-Y es que...mire usted, señor. Yo me pregunto, por qué dejamos de soñar? No me diga usted que dejamos de soñar porque dejamos de soñar. Eso no me dice nada. Mire usted, yo dejé de soñar cuando las figuras se volvieron estilizadas (y no tanto estéticas); yo dejé de soñar cuando nos hicimos cazadores del éxito ajeno, cuando nos hicimos tan comelones, tan gastadores...

-Mire usted, yo nos sigo preguntando, por qué dejamos de soñar un día? y fíjese que no encuentro respuesta...Yo sólo sigo soñando sin sueños, sin las ganas de hacerme marinero, de hacerme revolucionario. Yo simplemente, amigo mío, sigo soñando sin soñar, sin dormir y sin despertar. Sigo soñando y no se qué sueño...

- Dígame, qué sueña usted? TAL VEZ NOS HACEMOS UN SUEÑO PARA LOS DOS... O PARA LOS DEMÁS.

Ello:

- Yo sueño al infinito. Sueño a la revolución aunque sin ser revolucionario; sueño en un mañana, en una estrella, en un momento que a tiempos siento inexistente...

(Mirando al soñador con una mezcla de agudeza y melancolía)

- Sueño con la duda. Pero he de decirle que en el anhelo siento que puedo, que existe el tiempo y espacio adecuado... aunque a veces me despierto.

(Ello dirige la mirada hacia las sombras y cerrando el puño se dirige a un público inexistente, al público que acompaña a la mujer sentada en la penumbra)

- Cuando despierto, amigo... Qué hacer? Qué decir? Qué pensar? Cuando despierto no queda más que volver a soñar, elevar los ojos al firmamento y redescubrir mi estrella- o quizá una nueva.

- Cuando despierto quiero integrar el sueño a la realidad, sacar las alas y volar...

(Volviendo la mirada al soñador y con ánimos exaltados)

- Me gusta saber que estoy vivo; que siento; que pienso; más aún, que vuelo. Porque mi existencia, compañero, no sería nada sin ese vuelo; porque sería un accidente, un sinsentido. Me gusta soñar y saber que a cada paso llego... un paso más, cada vez más cerca, un instante más de soñadora realidad.

(Calmado ahora, con la certeza de lo que está por decir es ratificado por su sola existencia pero con la ansiedad de quien está por hacer una confesión)

- Sueño porque eso es lo que soy: un soñador sin tiempo, sin espacio, sin nada más que la materia de sus sueños y quizá el ritmo de algún verso. Sueño porque sin soñar me perdería... en la realidad azul, en los recodos del camino que conducen al simple anhelo, a la monotonía, a la derrota, a la simpleza, a la idea inconclusa, al hacer porque es debido, a la nada. Sueño porque sin ello sería uno más; porque sin ello me revolcaría en el polvo de este suelo.

Soñador:

(Mirando fijamente a Ello)

- Usted, amigo mío, no sueña más alto que la estrella que es más vieja en el universo (y fíjese que las hay!; existen hijas más viejas que el creador). Usted no sueña más lejos que el Amazonas que sueña con su imposible libertad... o digamos el Balsas, el Usumacinta, que sueñan liberarse de su prisión, humana y prácticamente, entubada.

- Usted, amigo mío, no sueña más alto que la montaña (digamos el monte) que sueña con conquistarse a sí mismo, y no ser conquistado por algún aventurero con tanque de oxígeno. Usted, hermano mío, no sueña como el viejo sueña con sus memorias.

(Rodeando a Ello con su brazo)

-Usted, poeta mío, no sueña con soñar... Usted sueña con lo soñado y nada más: igual que yo.

(Con la mirada fija hacia ti, hacia tus ojos, al lector, y con voz segura, te habla)

- Soñemos pues, en ser aire, en ser montaña, en ser río, en ser simplemente soñadores que no sueñan nada y sueñan todo. Seamos soñadores de aventuras... nos invito a ser marineros!

Soñador se pierde entre las sombras. La iluminación cede dejando a Super-Yo y Yo sentados a la mesa. Las conversaciones crecen y las risas estallan. La mujer en la penumbra fija su mirada en él-ellos. Cae el telón y permanece abajo haciendo pensar al lector que la sátira llego a su fin. Cuando está a punto de retirarse las luces a su alrededor se apagan y el telón sube otra vez.


Acto Tercero y ¿Último?

La escena apenas se ilumina lo suficiente para distinguir a Ello a la mesa. Sobre ella una libreta, un bolígrafo y un cigarro encendido descansando en el cenicero. Ello contempla... todo y nada, luz y ausencia, realidad y sueño. Siguen las conversaciones y las risas. Suben de tono hasta que se escucha un ruido. La luz se apaga tan sólo para despertar de nuevo alumbrando una silla en el suelo, a la mitad del escenario: la silla donde estaba la mujer. Una luz, desde arriba, ilumina a la dama. Lleva ropa obscura, su cabello es medio rizado y parece de respetable figura. El rostro permanece oculto. Sólo se distingue su silueta. El lector, sorprendido por la obscuridad y atraído por la luz del escenario, fija sus ojos en ella. La mujer, en actitud firme pero cómplice, encara al lector.

Mujer:

- Yo sueño que soy nada y nada soy; porque hoy que deseo, nada deseo. Maldita sea!, Bendita soy!

La mujer se dirige a Ello y se sienta a su lado. Se miran fijamente, toman sus manos y, en actitud amorosa, se enfrascan en una nueva (vieja) discusión. Cae el telón.


Fin-creo- de la satírica puesta en escena en ? actos


Leo Cerezo, Agosto 2006

Diario de un pintor

Hoy desperté envuelto de pies a cabeza en las cobijas, recostado sobre mi lado derecho, con las rodillas juntas muy cerca de mi pecho, en una posición encorvada como quien espera el golpe del día: como quien no quiere levantarse. También me encontré enredado entre los cabellos, las extremidades y los humores matutinos y espesos de la infinita tristeza que siempre despierta al lado mio. Al lado de la cama, sentada en la silla del escritorio, preparándome las sandalias, esperándome, encontré a la desgana: esa implacable mujer que me acosa y me atosiga con sus postergaciones y sus falsas esperanzas en los lunes, en el primero de cada mes o en el año nuevo; aunque a veces, sólo a veces, me libera de preocupaciones... La cama siempre se antoja un sitio de descanso, escenario del amor, lugar de charlas eternas que duran hasta el siguiente amanecer, sitio de lectura y de reposo, de paz y de sosiego, pero en mi caso, desolado en ésta dolorosísima compañía, no se me antoja nada de lo anterior. Es así que me levanto y apago el despertador mucho antes de que suene, porque el sueño ya no me sirve de refugio.

Esta mañana, desayunando la muerte cotidiana del periódico y empujándola con sorbos de café, leí (para mi mala fortuna) un artículo que me hizo experimentar una indignación y un enfado tremendos: una pasión que casí podría nombrar ira. Algún reporterillo ciego y despistado, reseñaba lo que para él había sido la exposición más inteligente y controversial de los últimos años. Resulta que, en una galería que no merece siquiera ser nombrada, alguno de esos "pintores modernos" (moderno en términos de actualidad no de "Modernismo"), de esos que piensan que suicidándose jóvenes lograrán que su nombre y su deplorable obra llegue a ocupar un lugar en las páginas de la Historia del Arte, expuso lo que él llamó la "pintura del nuevo milenio". El fraude consistía en llenar toda la galería de lienzos blancos. Blancos. Blancos y de todos los tamaños, sin el menor vestigio de un trazo. Vamos, ni una pincelada en defensa propia. El farsante argumentaba que en esta "obra" cada observador plasmaría su propio arte y que en una sola obra coincidirían todas las del mundo, naciendo asi la obra del hombre. QUÉ PUTADA. Vaya, que alguna vez leí en alguna novela la historia de un pintor que quería plasmar en su lienzo al mar con agua del mismo mar. Pintar al mar con el mar, eso era. Me resultó bellísimo, incluso tierno. Pero esto era una putada y nada más, un fraude de míles de dólares que era en lo que estaba valuada esta putada. Los imbéciles invaden el mundo.

Yo no soy ningún artista, incluso cuando me preguntan mi "profesión" me cuesta trabajo responder, no sin pena y un gran respeto por el arte, que soy pintor. En todos estos años sólo he logrado plasmar gente muerta: casitas con ventanas y techos rojos con un muerto adentro, cuartos ordenados compulsivamente con un muerto sobre la cama y una pistola en el piso, paredes blancas (impecables) con un muerto recostado sobre sus propios miasmas; hombres, mujeres, ancianos, todos muertos. Nada que apreciar. No soy tan afortunado como algunos de mis amigos más queridos que pintan cosas más bellas. Uno de ellos pinta personas, personas borrachas y felices, personas dormidas y serenas, personas bellas: personas. Otro, es un maestro del paisaje: pinta amaneceres entre montañas, atardeceres profundísimos, horizontes con un mar verde y tranquilo que, para el buen observador, recordarían los ojos claros de una mujer hermosa, paisajes calmos que encierran una gran pasión si se saben apreciar: paisajes. Otro, al que conozco de hace poco tiempo, pinta instantes. A veces me cuesta trabajo descubrir lo que encierran esos instantes y observo por horas su trabajo, pero al final, descubro siempre algún afán de vida o de muerte o, simplemente, un instante de soledad.

Los que vinieron antes que nosotros, pintaron todo lo anterior con fluida maestría...

Pero ahora, no puedo dejar de imaginarme a aquel farsante, rodeado de falsas alabanzas, sosteniendo un cigarro largo en la mano derecha y bebiendo con la izquierda alguna bebida exótica de nombre extranjero y de sabor repugnante, vestido de saco y cuello alto, sonriendo exageradamente ante los destellos de luz de los ciegos reporteros, rodeado de putas y de lienzos blancos con nombres rebuscados: "La Nada. Óleo sobre tela", "Dios. Acuarela sobre tela", "I'm in heaven. Óleo sobre tela", "Sábanas Blancas. Óleo sobre tela"... Sería mejor dejar de pensar en este engaño, pero me es imposible evitar la repugnancia.

... lo vomito... y lo abrazo, porque confío en que este malestar de tripas que hoy siento algún día se convertirá en el borracho, el paisaje y el instante, todos juntos. Algún día, estoy seguro, dejaré de pintar muertos para pintar la vida.

Ahora, me es inevitable parar el llanto que cae sobre el artículo del peródico, sobre la foto de mi hermano rodeado de putas y de lienzos blancos.

Vicente, Septiembre 2006.

19 septiembre, 2006

Sábanas revueltas

Versión Final

Esta mañana tu recuerdo vino a mí en una cama destendida. Al entrar a la habitación yacías ahí: revuelta, usada, sudada, olvidada. En espera de aquel que te ocupara, que se tendiera sobre ti y te dominara.

Me quede mirándote un minuto:

60/Dónde estabas?/Qué haces?/58/ Y tu espalda?/te ves distinta/55/algo en tus ojos/te encuentro rota/Usada/Vieja y alborotada/51/ Tus ideas extrañas/50/ Odio tu ausencia de palabras/Y ahora por que demonios callas?/Que bueno verte!!!/Te extrañaba/Te ves delgada/Me fastidian tus llamadas/Habla!!/43/... pero... eh.../sí, claro/llámame cuando me necesites/me haces falta/39/ por supuesto que no me haces falta!!/Qué carajos hago?/y tú?/No, ya no/Me esperabas?/34/No seré yo quien te salva/... bueno...no lo había pensado/No te entiendo/31/No pienses que me entiendes/No entiendes nada/lo sabes?/28/ estas segura?/ya no quiero nada/26/ni a ti /ni a tus ojos /ni tu cara / Calla!!/ 22 / y tus manos.../Dónde dejaste tus brazos?/te desvaneces/(inhalo)/ (exhalo) /tengo algo que decirte... /16/Desde hoy/tú/ya no/eres/esa mujer/10/Adiós/tu recuerdo/(ese especial)/se queda en un cajón/te quiero, sí/5/pero nunca más / 4 / vacío / 3 / cariño/2/amistad/1/ NADA /


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-Cero-

El tiempo se detuvo. Por un instante, en el que el uno se hizo cero, pensé en tenderte y darte vida... No vale la pena. Tu esencia es la de una cama destendida.

16 septiembre, 2006

Amnesia

Cuando entró al cuarto y vio aquel cuerpo desnudo, abierto desde la vagina a la garganta, los intestinos regados por la cama, un olor a sangre, sexo y mierda... no supo qué pensar.

Un segundo.
Dos segundos.

Era su esposa. El hijo de puta que la mató había dejado intactos sus hermosos pies. El resto, era incomprensible.Viendo aquellos pies perfectos, blancos, bellísimos, recordó cuanto le gustaban. Se arrodilló para besarlos.

Salió del cuarto, tomó las llaves del auto y, antes de salir, dejó el cuchillo cebollero sobre la mesa del comedor. No se había equivocado: los pies eran lo único que valía la pena de esa puta.Pudo probar el sabor de una lágrima que había recorrido su mejilla hasta meterse por su incontenible sonrisa... Ahora recordaba todo

14 septiembre, 2006

Shem hameforash



Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre,que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.

Jorge Luis Borges, El Golem.

1

MUERE PROMINENTE MATEMÁTICO

El cuerpo sin vida del Dr. Nguyen Gottfried fue hallado la madrugada del pasado 5 de Junio en el interior 8 del número 204 de la Rue d'Archímède. Informes oficiales del Departamento de Policía revelan que el principal causal de muerte fue asfixia autoprovocada.

Según los investigadores forenses, el Dr. Gottfried de 76 años, murió al tratar de tragar hojas de papel de sus propios cuadernos de trabajo. Por otra parte, el cuerpo presentó rasguños profundos, diversas laceraciones distribuidas en rostro y cuerpo, contusiones craneoencefálicas moderadas y fracturas en varios huesos del carpo, metacarpo y dedos; todo lo anterior causado por el mismo occiso. Finalmente, el informe forense afirma que la muerte tuvo lugar aproximadamente de tres a seis días antes de hallarse el cuerpo.

Colegas del Dr. Gottfried expresaron su consternación y lamentaron la "terrible e insufrible pérdida que la ciencia y, en particular, el Centro Internacional de Investigacion en Matemáticas Pierre Fermat, del que (el Dr.) Nguyen (Gottfried) era miembro, enfrenta con infinito dolor esta mañana".

Las investigaciones del Dr. Gottfried, que crearon puentes entre la Teoría Probabilística y la Mecánica Cuántica, habían sido reconocidas con la medalla Fields, reconocimiento que el científico rechazó.

Le Observatoire, Strasbourg.

2

Aquél hombre hubiera sudado y hasta llorado sangre (capacidad física, del cuerpo humano en la que, ante un inefable estado de estrés físico y no menos emocional, las glándulas sudoríparas del cuerpo se comprimen tanto -pero tanto- que provocan el rompimiento de los millones de pequeñísimos vasos capilares que se encuentran conectados a dichas glándulas. El cuerpo, como resultado de éste rarísimo fenómeno, exuda la propia vida -en pequeñas cantidades y mezclada con sudor- en un proceso conocido como hematridosis) si esa extraña cualidad no fuera exclusiva de algunos pasajes bíblicos. Es casi inenarrable el desmesurado pasmo que el anciano doctor experimentaba ante la singularidad de los resultados de sus investigaciones. En su inmovilidad, en su dificultad para respirar, en el pequeño (pero cotidiano) dolor en el hombro izquierdo y en el extraño sudor de su frente podía notarse que el Dr. Nguyen Gottfried sabía que ese, ese y ningún otro, era el momento más importante de su carrera como matemático y de su vocación de místico.

Hacia poco menos de cincuenta años atrás, una batalla había comenzado y durante todo ese tiempo no se había interrumpido. Desde que se doctoró a los veinticuatro años y durante toda su vida, Nguyen Gottfried había trabajado para resolver un sólo problema. Le llevaría la vida entera llegar una solución, pero llegaría, no sin antes dejar en el camino invaluables aportaciones a la ciencia matemática.

Ahora, inmerso en la noche y en su soledad, aquél anciano tenía la respuesta a una pregunta más vieja que el universo / bastaba pronunciarlo / había resuelto El Enigma / bastaba leer esa caligrafía diminuta / El Misterio de Misterios / las manos, rugosas, transparentes, como de papel, le tiemblan... "Basta pronunciarlo" /, tenía en sus manos la fuente de la eternidad / "¡De pie viejo Gottfried, ponte de pie, de pie!". Bastaba pronunciar la palabra diminuta del papel / pronto obtendría el conocimiento de lo pasado y lo venidero: la inmortalidad / Gottfried de pie. El aire se cuela por la ventana, el tiempo se estira y todo ocurre lento... una eternidad se cuela por la ranura de la ventana / la llave que abriría en cerrojo del poder absoluto / el viejo Gottfried está de pie en un acto casi solemne. El aire le falta... "Respira viejo, respira, no es momento de llorar /
"SHEM" / "Cincuenta años han valido la pena, no te acobardes ahora" / El Nombre / El silencio observa desde el marco de la puerta, se escurre por debajo, atraviesa el pasillo hasta llegar a las escaleras que dan a la salida, se desliza, de nuevo, por debajo de la puerta -El Silencio, en silencio-, llega a la calle y la inunda en un acto autoritario, la lluvia deja de cantar, el viento interrumpe su ronda / "HA SHEM" / "Sólo dilo, no dudes ahora, en cincuenta años no has dudado". La luz de la lámpara arropa al anciano, el silencio controla la calle, la lluvia ha dejado de caer, el viento es ahora una brizna leve / El Gran Nombre / El anciano observa el papel, la hoja tiembla, las letras bailan, la vista se le nubla / "SHEM HAMEFORASH" / En el penúltimo acto de valentía de su vida el Dr. Gottfried toma uno de sus últimos alientos / El Nombre Divino inefable / Las palabras le tiritan en la garganta, un miedo (que comparte con la luz de la lámpara el mismo espacio) le tapa la boca al viejo / El Centésimo Nombre / El viejo expulsa el aire, el aire empuja las sílabas, las sílabas se expanden por el cuarto, rozan los muebles, se queman con la lámpara, se meten entre los libros... Un delgado hilo de agua recorre la pierna del viejo Gottfried / El Único / ...un pequeño charco se expande por el piso... Todas las sílabas han sido pronunciadas, el viejo espera, el cuarto espera, la luz del cuarto, la lámpara, el viento, el miedo se ha ido... La calma / El Verdadero / Gottfried vuelve a leer... Gottfried vuelve a leer... Gottfried vuelve a leer... Gottfried vuelve a leer... Nada -el viejo se toma los cabellos- Nada -la calma lo mira con desdén... y lo abandona- Nada -Gottfried, en un lastimoso llanto, mira el cuarto, mira los cientos de cuadernos amontonados en pilas que llegan hasta el techo, mira sus cabellos en sus manos... "Nada"- Nada -la lluvia vuelve a caer- Nada / El Nombre de Dios.

Nada.

3

Las lágrimas le nublan la vista y un dolor eterno, una derrota anunciada desde hacía milenios, hacen que el viejo olvide que se ha roto la mano al golpear la madera del escritorio...

Un dolor invencible
en la garganta
allí

una derrota
paciente
sabida

una ceguera
de siempre
irremediable
terminal

el sonido del papel
(de una vida)
que se razga
(que se acaba).

3.141592653589...

En las primeras horas del quinto mes
un reloj de pulsera
marca inequívoco
las tres catorce.







13 septiembre, 2006

Duda 1

¿Dónde demonios se nos olvido el ser?

Sofisma nº 2*

ser es tiempo**
La forma específica del ser que corresponde al hombre es el "ser-ahí"(Dasein)
¿ el ser-ahí es temporal?


* a manera de provocación !!
**Heidegger (Cf. Ser y Tiempo)

Sofisma nº 1*


El Ser es siempre ser de un ente**
Un ente es aquello que es
¿El Ser es ente?


P.D. Y si el Ser es ente entonces es posible hablar de él como una entidad que exhibe existencia, capaz de ser diferenciada y con autonomía? Si es así, no perdería su sentido trascendente?


* Nótese: SOFISMA!!
** Heidegger (Cf. Ser y tiempo)
 
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