10 noviembre, 2006

A Sandy Plamondon

Una tarde, te juro, tomaremos un café. Caminaré a tu lado por las grietas de este infierno de muertos, ladrones y asesinos. Te construiré una coraza con mi voz, mi paz y mi tristeza cotidiana, para que las almas indigentes, las espaldas con cristales, las bocas tragafuegos, los gritos, los llantos y el lamento sordo de esta ciudad en agonía no te toquen, mientras te dejas llevar tomada de mi brazo, confiada en mis tiritantes pasos. Nos buscaré un rincón pacífico o atlántico para dejar que el rio verde y la miel dulce de tu mirada inunden el salón y hagan cada sorbo de café menos amargo. Esa tarde será de tu voz, de tus manos, de tus pies descalzos, de tu tierna piel blanca, de tu presencia de agua, de la sinfonía de tu risa, de la belleza de tus ojos.

Una tarde, te juro, tomaremos un café. Te pediré que me desgarres. Pondré en tu mano un cuchillo de viento y, con detalladas instrucciones, guiaré tu mano armada y peligrosa desde mi frente hasta el centro de mi vientre. Te diré que mires dentro, que apartes la delicada membrana del yo-cotidiano, que escarbes entre todas mis historias, mis cuentos, mis canciones, mis dolores y mis alegrias. Dejaré que te lleves lo que te plazca.

Una tarde, te juro, tomaremos un café. Una verdad te asaltará de pronto: que me quieres. Otra verdad me asaltará de pronto: que te quiero. Pero hagamos un pacto: yo cubriré tus ojos y tu cubrirás los mios, y esperaremos a que esa verdad se vaya y nos deje solos, unidos en un último abrazo en el que descansarás con la calma de mis brazos.

Una tarde, te juro, tomaremos un café. Y a la mañana siguiente despertaré con la ilusión de verte, me encontraré con tu recuerdo, y me dirá que te has ido. El aire se me irá de pronto y volveré con pasos cortos y pesados a mi cama, intentaré dormir, intentaré olvidar. Lloraré hasta quedar cansado...

y en mi sueño tomaremos café.

07 noviembre, 2006

Lejana

Te amo tanto, tanto...

En mi espejo se descubren dos cuencas vacías.
Cualquiera vería un par de ojos negros, pequeños
buenos y risueños desde que te miran
pero sucede que ahora miro el mundo a través de los tuyos
y yo ya no veo lo que no es mío.
Mis ojos no son más mis ojos.

Mi nariz se ha perdido entre tu ropa
entre tus cajones, entre tu cabello
entre los frasquitos con esencias
que ordenas con tierno cuidado sobre el tocador
salta sobre la ropa de cama y sobre tu almohada
atesorando tus humores
escapandose de mí cada que quiero atraparla
se ha ido para siempre.

Existe un borroso vestigio en el lugar que ocupaba mi boca
mi boca que antes de ti sonreía apenas.
La he perdido enamorada de tu piel blanca
obsesionada con tu vientre.
Cada mañana la veo partir contigo
como si estuviera bordada con fino hilo de seda
a la dulce trama de tu cuello.

Mis oidos no me escuchan.
Sé que se esconden en algún lugar del cuarto
explorando sus rincones
en busca del eco perdido de una "petite morte"
y de tu voz diciendo que eres mía.

Y después de descubrirme sin rostro, te amo tanto.

Te amo tanto que, a veces, me duele aquí en la garganta
y en el pecho y en el vientre.

Te amo tanto que, en las tardes, camino sin rumbo
buscando la extraviada senda que sembraron tus pisadas.

Te amo tanto que, en esta noche, lloro el frio de tu ausencia
lloro la pena de no haberte conocido todavía.






(gruesas lágrimas invisibles que también se han ido contigo)
 
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