21 septiembre, 2006

Diario de un pintor

Hoy desperté envuelto de pies a cabeza en las cobijas, recostado sobre mi lado derecho, con las rodillas juntas muy cerca de mi pecho, en una posición encorvada como quien espera el golpe del día: como quien no quiere levantarse. También me encontré enredado entre los cabellos, las extremidades y los humores matutinos y espesos de la infinita tristeza que siempre despierta al lado mio. Al lado de la cama, sentada en la silla del escritorio, preparándome las sandalias, esperándome, encontré a la desgana: esa implacable mujer que me acosa y me atosiga con sus postergaciones y sus falsas esperanzas en los lunes, en el primero de cada mes o en el año nuevo; aunque a veces, sólo a veces, me libera de preocupaciones... La cama siempre se antoja un sitio de descanso, escenario del amor, lugar de charlas eternas que duran hasta el siguiente amanecer, sitio de lectura y de reposo, de paz y de sosiego, pero en mi caso, desolado en ésta dolorosísima compañía, no se me antoja nada de lo anterior. Es así que me levanto y apago el despertador mucho antes de que suene, porque el sueño ya no me sirve de refugio.

Esta mañana, desayunando la muerte cotidiana del periódico y empujándola con sorbos de café, leí (para mi mala fortuna) un artículo que me hizo experimentar una indignación y un enfado tremendos: una pasión que casí podría nombrar ira. Algún reporterillo ciego y despistado, reseñaba lo que para él había sido la exposición más inteligente y controversial de los últimos años. Resulta que, en una galería que no merece siquiera ser nombrada, alguno de esos "pintores modernos" (moderno en términos de actualidad no de "Modernismo"), de esos que piensan que suicidándose jóvenes lograrán que su nombre y su deplorable obra llegue a ocupar un lugar en las páginas de la Historia del Arte, expuso lo que él llamó la "pintura del nuevo milenio". El fraude consistía en llenar toda la galería de lienzos blancos. Blancos. Blancos y de todos los tamaños, sin el menor vestigio de un trazo. Vamos, ni una pincelada en defensa propia. El farsante argumentaba que en esta "obra" cada observador plasmaría su propio arte y que en una sola obra coincidirían todas las del mundo, naciendo asi la obra del hombre. QUÉ PUTADA. Vaya, que alguna vez leí en alguna novela la historia de un pintor que quería plasmar en su lienzo al mar con agua del mismo mar. Pintar al mar con el mar, eso era. Me resultó bellísimo, incluso tierno. Pero esto era una putada y nada más, un fraude de míles de dólares que era en lo que estaba valuada esta putada. Los imbéciles invaden el mundo.

Yo no soy ningún artista, incluso cuando me preguntan mi "profesión" me cuesta trabajo responder, no sin pena y un gran respeto por el arte, que soy pintor. En todos estos años sólo he logrado plasmar gente muerta: casitas con ventanas y techos rojos con un muerto adentro, cuartos ordenados compulsivamente con un muerto sobre la cama y una pistola en el piso, paredes blancas (impecables) con un muerto recostado sobre sus propios miasmas; hombres, mujeres, ancianos, todos muertos. Nada que apreciar. No soy tan afortunado como algunos de mis amigos más queridos que pintan cosas más bellas. Uno de ellos pinta personas, personas borrachas y felices, personas dormidas y serenas, personas bellas: personas. Otro, es un maestro del paisaje: pinta amaneceres entre montañas, atardeceres profundísimos, horizontes con un mar verde y tranquilo que, para el buen observador, recordarían los ojos claros de una mujer hermosa, paisajes calmos que encierran una gran pasión si se saben apreciar: paisajes. Otro, al que conozco de hace poco tiempo, pinta instantes. A veces me cuesta trabajo descubrir lo que encierran esos instantes y observo por horas su trabajo, pero al final, descubro siempre algún afán de vida o de muerte o, simplemente, un instante de soledad.

Los que vinieron antes que nosotros, pintaron todo lo anterior con fluida maestría...

Pero ahora, no puedo dejar de imaginarme a aquel farsante, rodeado de falsas alabanzas, sosteniendo un cigarro largo en la mano derecha y bebiendo con la izquierda alguna bebida exótica de nombre extranjero y de sabor repugnante, vestido de saco y cuello alto, sonriendo exageradamente ante los destellos de luz de los ciegos reporteros, rodeado de putas y de lienzos blancos con nombres rebuscados: "La Nada. Óleo sobre tela", "Dios. Acuarela sobre tela", "I'm in heaven. Óleo sobre tela", "Sábanas Blancas. Óleo sobre tela"... Sería mejor dejar de pensar en este engaño, pero me es imposible evitar la repugnancia.

... lo vomito... y lo abrazo, porque confío en que este malestar de tripas que hoy siento algún día se convertirá en el borracho, el paisaje y el instante, todos juntos. Algún día, estoy seguro, dejaré de pintar muertos para pintar la vida.

Ahora, me es inevitable parar el llanto que cae sobre el artículo del peródico, sobre la foto de mi hermano rodeado de putas y de lienzos blancos.

Vicente, Septiembre 2006.

6 comentarios:

Juan Pablo dijo...

Puf!!!! me encanta el rollo, muy buena historia, la crítica es amena y se atraganta uno, más de uno gritamos contigo: QUÉ PUTADA!. Una admirable crítica al arte mierda de nuestros días.

Comentario. En ocasiones, a mi parecer, encuentro "explicaciones" que restan un poco de abstracción, de mágica permisión al lector, como que a veces me sentí demasiado llevado de la mano (mano de artista, por supuesto, pero mano al fin, que resulta a veces incómodo). Un ejemplo ilustrará lo que digo: "Pero ésto era una putada y nada más, un fraude de míles de dólares que era en lo que estaba valuada ésta putada". Me parece que decir "que era en lo que esta valuada esta (sin acento) putada" reconfirma algo que ya sabemos o intuimos.

Por lo demás, grande, emocionante, VIVA (algo que personalmente me cuesta trabajo consolidar en lo que hago).

Un abrazo.

Vicente Navarro dijo...

Querido Juan (maestro del paisaje):

Este post encierra simplemente mis opiniones sobre lo que hemos escrito...

Gracias por el comentario.

Con afecto y admiración, Vicente.

NAHUAL INSANE48 dijo...

impactante la mutación de realidades, fantastica y envidiable los juegos con simbolos, y esa particular y creativa luz en tus "muertos".

contrario a juan, me parece que el llevar de la mano al lector resulta benéfico a condición del magnifico paseo que nos das.Gracias!

salud y buena vida!!!

Anónimo dijo...

En el intento de escribir el comentario me enfrento a un espacio en blanco... sin ser artista y después de leer el diario ... la angustia toma mi mano... con temor escribo una línea, temor a no colaborar con la PUTADA y segura que no valdá un sólo dólar...
En fin me libero de la angustia y la emparento con el temor y liberada... trazo la sonrisa que satisfecha ve al que pinta muertos tan vivo, tan vivo como la idea y el trazo,como el adiós y la muerte misma y la lágrima que derramas ante el lienzo blanco lleno de esperanza...

un gusto leerte

Anónimo dijo...

Vuelvo a admirar la sencillez y redondez (cualidades que admiro profundamente en algunos de mis héroes literarios) de tus cuentos. A mi también me gusta que me lleven de la mano, que me abracen si es posible.

Anónimo dijo...

Releo y me doy cuenta de mi idiotez (qué pena eso de andar mostrándola en público). Esas cualidades no las admiro en mis "héroes literarios" sino en mis héroes que hacen literatura.

 
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