Torvo, acurrucado y malsano,
silente, insomne e infiel a la imparcialidad.
Soberano de sus sentimientos,
pero deudo de sus pensamientos finiquitados
se eleva el clamor de mi espíritu contrahecho.
Torvo, dolorido y dichoso:
¿a quién llorar, si todos lloran por dentro y para sí?
Torvo e inmaculado,
aunque la cáscara está corrupta.
Silente y efímero,
aunque las imprecaciones hieren el horizonte.
La bendita e inenarrable agonía que enturbia
los sueños del pasado,
los anhelos de lo venidero, posible e impensable,
imposible e inevitablemente dibujado en las entrañas
como glifo labrado antes que existiese la memoria,
maña de nuestros ancestros.
Sentimiento antediluviano al que me encaro vis a vis
como ayer y como sé que será mañana.
Dixi.
14 agosto, 2007
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